miércoles, 20 de febrero de 2013

Creyente


Entrada relacionada con la siguiente noticia:creo_en_los_héroes 
No creo en los héroes de traje y corbata. 

No creo en aquellos que reciben un salario por hacer lo que les dicen, ni si quiera creo en los caminantes que ya tienen el camino marcado.
No creo en el hombre del tiempo ni tampoco en el presentador que lee la manipulación y la censura.
Dejé de creer hace días en el cantante que enmudecía sus emociones en el escenario y en el músico que no sentía el compás de la vida.
Ya no creo en los principios de Erase una vez y mucho menos en los finales donde se come perdices.
Creo que nunca he creído en los políticos comprometidos con las promesas que no harán, que discuten sin sentido y se dejan sobornar.
No creo en los vendedores de sueños desde cartas y brujería o en los compradores de arte sin sentimiento.
No me calan las palabras de oradores farsantes, de anunciadores de cambios sin conocer los pormenores, ni mucho menos los mensajes que anuncian aquellos sin llegar a los actos.
Creo en el héroe por impulsos, por acciones, por compromiso y por causa y efecto.
Creo en el tolerante con recursos, con principios y valores.
Comencé a creer, no hace mucho, en la ilusión infantil desde la adultez, en los soñadores utópicos y en los caminantes que caminan cogidos de la mano del resto. En aquellos que tropiezan en la misma piedra para seguir aprendiendo una y otra, y otra y otra vez. Por supuesto, que también creo en los que se levantan y no miran hacia atrás ni para coger impulso.
Creo en los hombres que dominan su tiempo, que lo llenan y rellenan de proyectos realizados, de abrazos compartidos y caricias escondidas en cualquier mirada, en cualquier sonrisa y en definitiva: en cualquier gesto. Creo en el creyente, en el que tiene fe y mueve mil montañas por encima de todo.
Creo en el deportista de los domingos por la mañana y sigo creyendo en el cantante de metro, en el músico de local con goteras y en aquel que canta, actúa o interpreta por el módico precio del aplauso.
Creo y me recreo cuando oigo poesía desde dentro, desde el latir de un corazón.
Continúo creyendo en el poder de lo natural y en el rechazo de lo artificial. Creo en la belleza de los copos de la nieve y en los detalles microscópicos que esconden los grandes resultados.
Creo en el enmudecimiento que produce una buena conferencia, investigación y trabajo bien hecho.
Me llegan las palabras desordenadas que ordenan los pensamientos, que hacen surgir las lágrimas del que escucha y que hacen que el compás del qué dirán se aminore progresivamente.
Aun creo en la bondad de las personas, el poder de la familia unida y el de una buena amistad. Creo en el que da sin recibir y el que recibe con los brazos abierto.
Tengo la ilusión de seguir creyendo en aquellas personas que miran hacia delante, que se dejan llevar por los segundos y de nuevo, siguen viviendo.
Llamarme soñadora, utópica, irreal, infantil e incluso idiota, y de este modo podré tropezar, caer, levantarme y seguir dejándome llevar por las creencias que me ayudan a crecer.

2 comentarios: