sábado, 31 de diciembre de 2022

Tiempo nuevo

Me pesan los párpados de la rutina y el corazón se ha acelerado repentinamente. Llevo marcas en las yemas de los dedos de arrancar las hojas del calendario. Llagas en las plantas de los pies de pasar pisando el día a día. 

En la nuez de la garganta ya me suena el carillón y los cuartos me sudan en todos los poros de la piel. 

Canto al ritmo de un buen vino y una copa de champagne para recordarme de nuevo que el año se va a acabar. Improviso en el segundero, aire nuevo ya me espera.

Me despido aletargado, quizá cansado y somnoliento, mañana tendré resaca que me dará la esperanza necesaria para dejar ese arrastrar de pies, me crecerán alas en la espalda, se me caerán las canas y florecerán nuevos globos en la cabeza para de nuevo alzar el vuelo y comenzar la cuenta atrás.

Soy el tiempo pasajero, los sueños venideros, el sonreír de los encuentros y el acabar de los comienzos. La paz de la última uva, el olvido de la guerra. Soy el tiempo que se acaba, el año nuevo me espera, deseoso de salud, alegre para la verbena. 

Feliz 2023


miércoles, 16 de noviembre de 2022

Pelusa en las cuerdas vocales

Despega la piel del pensamiento como si fuese una tira de velcro.
Rompe las cuerdas vocales como si se hubieran fundido cual lava de volcán.
Arranca corriendo hacia ninguna parte.
Compra otra caja más de Prozac para dejar de pensar. 


Presume de la poesía que nunca escribiste.
Capta con tu salario todas las fotos que no existen.
Aliméntate del "qué dirán" para volver a aterrizar.
Cuidado con el despegue no vayas a no querer volver a volar. 

No intentes buscarte, hace tiempo que no te encuentras y la gravedad se olvidó de tus sueños.
Sueños que han dejado paso a los murmullos de cualquier tecleo. 

Arráncate la piel. 

      Despégate las cuerdas. 

Compra tus sueños. 

                Róm pe te   en   mil   pe d a   z   o   s   . 


Capta tu poesía de nuevo. Presume del alimento de cuidarte. Extrae la pelusa de tu ombligo para no atragantar tu mente.



lunes, 19 de septiembre de 2022

En el parque del Retiro

Hace un tiempo, a la sombra de los cipreses del parque, una escritora tecleaba ajena al mundo con su Olivetti recientemente heredada. El paso de las hojas y la caída de las lluvias trajo de nuevo el verano y ahora en una plaza más céntrica, cargada de turistas, se le han sumado a la originalidad dos nuevos compañeros. Visten ropas prestadas y dejan pasar el tiempo con el pulsar de las teclas de unas máquinas de escribir adquiridas en una cadena de supermercados. Las zapatillas, aunque desgastadas, no han salido de Madrid y por 10 euros te regalan un poema, te dedican sus versos libres con cuatro claves de tu historia que para ellos simplemente es una leyenda más gracias a la cual podrán hacer caja.


Aroma callejero de la industria del dinero, dinero que se busca en cada rincón de la ciudad del polvo, de las nieblas de neumático y del tirar para adelante. Ciudad que ha hecho que los poetas ya no sueñen con plumas nuevas que trazan versos desde el latir del corazón. Callejones y recovecos que han llevado a la imitación más absurda que adolescentes aplauden a golpe de historia compartida en sus redes. Jóvenes que atrapados por la pertenencia al grupo pagan, apreciando la poesía, despreciando a poetas y muertos, a cunetas y recuerdos, ignorando leyendas y sentimientos.


Se murieron las balas sin fuego que escupían las miradas cuando los pelos se erizaban antes de inventar un verso. Fallecieron todas las arterias que se aceleraban al pensar y recordar aquel Madrid, la ciudad que antes de teclear por unas cuantas monedas versionaba cualquier canción de la Movida simplemente por el precio del rubor de una sonrisa.


Ahora los poetas ya no lloran corazones rotos, ni sueñan con utopías, despistados en una nube de hollín han cambiado a la acera del consumo, enfundados en sus gorros de lana en un septiembre que huele todavía a arena de playa, conservan la esencia de aquellas luces de mañana que la melancolía nos trae a las que todavía despertamos con los acordes nostálgicos de los noventa.


La chica de ayer ya se fue, en las ventanas ya no queda nadie, la "w" de la Olivetti no se ve mientras la "ñ" sigue reluciente, en los pubs de las tachuelas y las gominas ya no hay nadie para un baile. Han cambiado los ritmos, los acordes se han descompuesto, la desestructuración ahora es arte y la melancolía que me ha invadido, parece que ahora sin teclas, ni versos ni plumas, ha venido para quedarse a dormir conmigo.


Entrada inspirada en vivencias propias
y en la siguiente noticia: 
Los poetas del Rastro de Madrid
 

miércoles, 24 de agosto de 2022

Baile sináptico

Hace falta simplemente una canción para que se remuevan todas las vértebras de nuestro cuerpo, en otras ocasiones es necesaria una lista interminable de reproducción para no conmovernos y sentirnos impasibles al compás de la vida.

Las entrañas del corazón no guardan lo que escuchamos en nuestro Spotify, ni siquiera registran lo que está cogiendo polvo en nuestras capturas de Shazam. Normalmente lo que publicamos en nuestras redes sociales es un atisbo de lo que es nuestra realidad con sus claros y sus oscuros, con esos oscuros que solemos ocultar con temor a aquello de "elquédirán". Y son habitualmente la rabia, la tristeza, el miedo y otras tantas sensaciones con las que hemos de convivir las que se ocultan para no ser descubiertas a base de un clic.

El verano nos trae melodías que nos obligan a ser felices, quizá son los rayos del sol que queman con la arena los que al entrar por nuestros pies ruborizan a nuestras emociones. "¡Déjense llevar por aquella melodía que no saben localizar en la piel!", gritan los mismos altavoces que nos llamarán a guardar silencio cuando lleguen las lluvias otoñales.
Ahora dicen que en nuestro corazón y en nuestras entrañas existen neuronas que se parecen a las de nuestro cerebro, quién sabe si se han despistado, desplazado o han preferido mudarse a un lugar con algo más de ritmo descontrolado, sea como fuere es posible que por ello el rubor de las mariposas (o las ganas de vomitar cuando estas se van) las localizamos en aquella parte del estómago. La ciencia avanza y alrededor de ella se dicen tantas cosas que entramos a vivir en la triste moda de la invención, del ejercicio erroneo de patologizar, de diagnosticar en exceso y de descolocar hasta a la sinapsis más silenciosa. No olvidemos que lo fundamental sigue siendo lo mismo que en aquella época en la que descubrimos que las cuerdas vocales eran el instrumento musical más primario. Respira y déjate llevar. Respira y siente que tras las pantallas existe el mejor acorde que podemos recordar: la vida en sí misma. Respira, cierra los ojos y dile al cerebro que hable con el corazón para que no deje de latir en el infinito baile del boom veraniego, por unos días haz caso a ese altavoz interno que no entiende de rutinas.
Dibujo de Gorka Olmo

martes, 28 de junio de 2022

Rubatosis

    [Rubotosis: Del italiano "rubato". 
Conciencia de los propios latidos del corazón]

Besa, besa mucho, besa como si aquellas noches llorando en la cama no hubieran existido. Besa como si nunca hubieras tenido que fingir que aquella amiga realmente no era tu amiga. Besa como si no tuvieras que dar explicaciones a nadie, como si el mar de dudas sobre quién eres se hubiera evaporado, como si los comentarios del colegio no hubieran existido y como si ni siquiera la culpa supiera quién eres. 

Ama y ámate como si aquellas palpitaciones en el pecho, el insomnio y la tristeza nunca fueran contigo. Ama y ama mucho, ama bien, con respeto, sin el odio que no se merecen aquellos que día tras día preguntaban cuándo te echabas novio. Ama tanto que tengas por bandera un arcoiris de excusas para no hacerles nunca más caso. Ama como si tu cerebro estuviera convencido que es lo que mejor puedes hacer por tí en el mundo. Ámate tantísimo que puedas, con solo mirarte a los ojos a través del espejo, recuperar la fuerza perdida, romper los putos armarios y salir a la calle para patear la ciudad queriéndote a ti misma.

Vive como quieras, como si respirar fuera un gemido de placer que llega hasta lo más profundo de tus entrañas y tuvieras más de mil excusas para decir que ahora te sientes libre.



martes, 8 de marzo de 2022

Penélope

Le habían cosido el cuerpo sin ningún tipo de puntada perdida.

Le hicieron un nudo en el estómago que se disolvía en la garganta.

Le prometieron más primaveras para superar los abriles lluviosos y cantaba a la luna llena cuando ningún lobo andaba cerca. 

No tenía ningún pespunte de más en todo el pecho y la tela de sus recuerdos se resbalaba por su cuerpo sin ataduras. 

Nadie le dijo que a cada hebra iba marcando su destino pero ella sola se había zurcido sus alas. 

Su acompasar sonaba al de una máquina de coser sin bobina como si un hilo transparente le diera puntadas invisibles a su alma.

Había tejido olvidos al compás de su cenefa que no eran otros que sus pies andando por arenas movedizas y embarradas. 

“Coser y cantar” le dijo a la vida y mientras las agujas le quieren rasgar las cuerdas vocales ella ya había descosido más Odiseas que nadie bordando en relieve la forma de esas alas, que esta vez, enlazadas a muchas más como ella le harían ser libre.



Marcha por la Igualdad de las Mujeres, Nueva York. 26 de marzo de 1970


lunes, 28 de febrero de 2022

Inexplicable caos

Maldita guerra. Jodidos bombardeos que resuenan en ciudades demasiado lejanas pero que se sienten cerca. Las vibraciones vienen por las pantallas, llegan hasta las pupilas y hacen que algo se detone en lo más profundo, cerca de aquella máquina que sigue el mortal ritmo de sístole y diástole.

La máquina parece que se para, tras varios tintineos de desolación da un vuelco: la incomprensión de los estallidos, el fanatismo del querer ocupar más, la reversión a historias pasadas que atentan contra la razón.

¡Ay! La razón se fue hace tiempo del mundo que no para de girar, que nos incita a seguir viviendo hacia un lugar desconocido cuyo futuro no sabemos dónde va. Y de pronto ¡zas! el imperialismo arremete contra casas, pueblos, vidas... convirtiendo todo en cenizas, en olvido, en desolación.

Maldita guerra. Jodidos bombardeos. Miseria del "quién puede más". Inexplicable caos sangriento. La melodía del mundo no era está, no estaba programado para esto, para girar a contracorriente, para gritar contra el amor o la paz. Sin preguntas ni respuestas, solo por su simple modo de actuación el mundo siempre ha sido más bello, era más bello antes de que se inventaran las armas, era más pacífico cuando el único proyectil que primaba era el que propulsaba sángre por las venas, desde dentro y no hacia fuera. 

Cuando la melodía es el terror, la sinrazón y el caos, únicamente quedan las lágrimas que emanan desde aquella máquina que ahora parece oxidada y que bombea asustada al compás de un "no a la guerra (otra vez)".