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Imaginemos que nos despertamos por la mañana, temprano pero sin forzar a
que Morfeo, tras una noche de desenfreno, salga de nuestra cama y nos
proponemos escuchar la radio con el fin de localizar todas las canciones que
hablan de amor.
Teniendo en cuenta el repertorio temático actual de los transistores, la muestra de nuestro estudio será mucho más amplia que cualquier publicación actual acerca de cualquier variable que imaginemos. De esas canciones, supongamos que cogemos la frase más representativa, llamativa o expresiva, mezclemos todas las recopilaciones y leamos con atención.
¿Qué es amor al fin y al cabo más que un produzco exigido socialmente? Nos reclaman para el consumismo, el presumir y el desvivirse por otros cuando no tenemos la capacidad ni para dar cariño a nuestro propio ombligo. Nos dejamos engatusar por Cupidos disfrazados de bolsas del Corte Inglés, por Afroditas sin corazones y por Venus sin destape ni expresión. ¿Cuánto tiempo podemos esperar al príncipe azul en su carroza de cristal? ¿Cuánto tiempo puedes pasear por callejones oscuros en busca de un beso desde una escalera?
¡Cuántas Pretty Woman a la espera pasando frío en cualquier avenida poco transitada!¡Pobres Peter Pan sin Wendy, Rous sin Jack ni Charlie sin Ángeles!
Pero sigamos comprando para creer, o al menos seguir haciendo creer a las canciones de amor, que sentimos lo mismo que aquel beso de película cuando ya aparecen los créditos.
Teniendo en cuenta el repertorio temático actual de los transistores, la muestra de nuestro estudio será mucho más amplia que cualquier publicación actual acerca de cualquier variable que imaginemos. De esas canciones, supongamos que cogemos la frase más representativa, llamativa o expresiva, mezclemos todas las recopilaciones y leamos con atención.
¿Qué es amor al fin y al cabo más que un produzco exigido socialmente? Nos reclaman para el consumismo, el presumir y el desvivirse por otros cuando no tenemos la capacidad ni para dar cariño a nuestro propio ombligo. Nos dejamos engatusar por Cupidos disfrazados de bolsas del Corte Inglés, por Afroditas sin corazones y por Venus sin destape ni expresión. ¿Cuánto tiempo podemos esperar al príncipe azul en su carroza de cristal? ¿Cuánto tiempo puedes pasear por callejones oscuros en busca de un beso desde una escalera?
¡Cuántas Pretty Woman a la espera pasando frío en cualquier avenida poco transitada!¡Pobres Peter Pan sin Wendy, Rous sin Jack ni Charlie sin Ángeles!
Pero sigamos comprando para creer, o al menos seguir haciendo creer a las canciones de amor, que sentimos lo mismo que aquel beso de película cuando ya aparecen los créditos.
