lunes, 10 de diciembre de 2018

Depresiva canción.


Tristeza que sobrevuela el océano a la par que contamina con sus lágrimas los recuerdos. La ola nos sacudió y expulso volando hacia el futuro sin preguntarnos cómo queríamos nuestro destino. No cuestionó de dónde veníamos ni a dónde queríamos ir, simplemente nos condujo a un escenario de incertidumbre, a un nuevo episodio de desasosiego, a la reencarnación más absurda de algo que no habíamos elegido.

Palabras revueltas que revolotean alejadas de la alegría, de las tibias sonrisas o de las carcajadas más grotescas. “Nunca seremos quienes quieren que seamos” y nos vemos llorando, obligados a llorar simplemente para cubrir el mar de las dudas.

Aterciopeladas son las caricias que sobrevolaran la memoria para empujarnos al olvido de la que llaman la “generación perdida”. Arremolinados versos que no riman y que componen la más amarga melodía sonando en Re menor.

El horizonte se perdió en la brújula, las piedras en los zapatos y la arena de nuestras manos nunca pudo parar el tiempo de nuestros compases nocturnos. 

Ahora, solo ahora, alejados del barullo podremos ser quienes no fuimos para morir entre cenizas creyendo alcanzar con los dedos todo aquello que soñamos, todo aquello que vencimos, todo aquello para lo que la tristeza nos convirtió en verdugos del tiempo.