Habemus papam, y habemus
opiniones para gustos y colores.
Institución, familia e incluso
secta. Han hablado de la iglesia y han hablado de mil maneras.
266 papas después, seguimos
mirando al Vaticano con la curiosidad de saber quién será el que tome el
testigo que según las escrituras, un día Pedro inició. Cuando de pronto saluda
el nuevo pontífice, parece que una sorpresa general se despierta entre los
fieles y los no tan fieles.
La plaza de San Pedro apenas deja
lugar a más seguidores, las campanas de catedrales replican de manera célebre y
mientras tanto muchos rezan para que la unificación de la Iglesia católica,
románica y apostólica se produzca y después de un tiempo camine hacia el
trabajo por los fieles, por los que sufren, por los pobres, por los limpios de
corazón y por todos aquellos a los que se les llama bienaventurados.
Parece increíble que desde aquel
balcón con adornos alejados de lo económico, con trajes que posiblemente el
hijo de Dios hubiera rechazado vestir o incluso hubiera criticado, vaya a
existir un camino hacia la humildad, la unión, la generosidad o la pobreza.
La Iglesia busca juventud, novedad e incluso
necesita innovación, ¿podrá encontrarse con un Papa que ronda lo octogenario?
¿es posible? Tiempo al tiempo, no seré yo la que tache de poco cambio, de poca
lucha o poca sencillez a esta nueva era para los miles y miles de creyentes.
El nombre elegido ha sorprendido,
su figura ha llamado la atención, esperemos que de la misma manera pueda
sorprender al mundo.
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