lunes, 5 de agosto de 2019

Lo que las espinas no saben.

Hace 80 años que las conocidas como Trece rosas fueron fusiladas bajo la cobardía del yugo franquista, bajo la inmoralidad de quienes robaron la libertad y victoriosos de la más ruin de las guerras ejercieron el poder con la más sangrienta de las respuestas. Hace 80 años que no fueron trece sino miles quienes llevan esperando reparación, memoria, justicia… en definitiva que su vida, que su lucha sea reconocida entre las hojas del tiempo.



Quienes tras 80 años las seguimos recordando, seguiremos imparables para que no se borren, que no se vayan de la historia, que no se olviden. Que no caigan en los recovecos del fuego, de la falta de memoria, de la más cruel de las omisiones. Que se queden como la más amarga de las lágrimas, que no corra el aire este día de agosto, que se queden en el viento, de forma imparable, palabras y recuerdos suspendidas como partículas. Que permanezcan como aquello que fueron y aquello que somos por ellas, que no se mueran como un grito insonoro, como un alarido de dolor perdido, como un suspiro de la desesperanza más invisible, que sean la fuerza que nos sigue guiando para recordar. Que se queden para siempre como aquello que fue y no tenía que haber sido, que subsistan como el chillido más amargo, como el clamor más desgarrador, como la voz quebrada. Que sean el alma y la sinrazón. Que no, que no caigan en el olvido. Que no, que no se cierren para siempre las heridas sin curación, sin atención, sin sanación… que la infección de la amargura no puede permanecer invisible cuando cala hasta el tuétano y sufre desde el hipocampo. Que no se olviden, que eternamente sea aquello que no teníamos que haber vivido, que no pueda ser vivido de nuevo.

Los pétalos caerán esquivando las espinas. Pero lo que las espinas no saben es que tras causar rasguños en el espíritu no tuvieron la fuerza necesaria para callar a aquellas que tantas veces alzaron los puños para gritar libertad. Libertad, justicia y memoria que hoy seguimos defendiendo contra la voz muda de quienes ya no están, contra quienes nos quieren silenciar. Hoy, seguiremos siendo el rojo, el tesón, la valentía de unas rosas que nunca podrán podar, somos la tierra firme del recuerdo, la semilla de lo que todavía está por llegar.
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