domingo, 9 de junio de 2019

C’est la vie.

¡Cuánto ha llovido! Y en esas gotas del rocío todos los días amanecen las mañanas que nos traen otro verano.
¡Cuánto llovió! Y parecía que el invierno no terminaría nunca y nos dejaría heladas, pasmadas viendo caer las hojas otoñales, olvidando los susurros de las tardes de Navidad esperando que el carbón no se consumara en nuestra chimenea.

Carbón que ahora dormirá en la barbacoa de las brasas para encender de nuevos unas llamas que traerán la flama de la carretera.

Carreteras que no acaban de llegar a la utopía y que avanzan sigilosas evitando aquellas lágrimas que el cielo tendrá que derramar de nuevo cuando el calor se esconda con el ocaso.

Ocaso cuando mis huesos no puedan más y anuncien que han llegado a su final sin evolución posible, cabalgando entonces sí hacia esa lluvia infinita, esta vez de estrellas que solo reaparecerá en forma de resorte con la luz de mil colores.