miércoles, 24 de agosto de 2022

Baile sináptico

Hace falta simplemente una canción para que se remuevan todas las vértebras de nuestro cuerpo, en otras ocasiones es necesaria una lista interminable de reproducción para no conmovernos y sentirnos impasibles al compás de la vida.

Las entrañas del corazón no guardan lo que escuchamos en nuestro Spotify, ni siquiera registran lo que está cogiendo polvo en nuestras capturas de Shazam. Normalmente lo que publicamos en nuestras redes sociales es un atisbo de lo que es nuestra realidad con sus claros y sus oscuros, con esos oscuros que solemos ocultar con temor a aquello de "elquédirán". Y son habitualmente la rabia, la tristeza, el miedo y otras tantas sensaciones con las que hemos de convivir las que se ocultan para no ser descubiertas a base de un clic.

El verano nos trae melodías que nos obligan a ser felices, quizá son los rayos del sol que queman con la arena los que al entrar por nuestros pies ruborizan a nuestras emociones. "¡Déjense llevar por aquella melodía que no saben localizar en la piel!", gritan los mismos altavoces que nos llamarán a guardar silencio cuando lleguen las lluvias otoñales.
Ahora dicen que en nuestro corazón y en nuestras entrañas existen neuronas que se parecen a las de nuestro cerebro, quién sabe si se han despistado, desplazado o han preferido mudarse a un lugar con algo más de ritmo descontrolado, sea como fuere es posible que por ello el rubor de las mariposas (o las ganas de vomitar cuando estas se van) las localizamos en aquella parte del estómago. La ciencia avanza y alrededor de ella se dicen tantas cosas que entramos a vivir en la triste moda de la invención, del ejercicio erroneo de patologizar, de diagnosticar en exceso y de descolocar hasta a la sinapsis más silenciosa. No olvidemos que lo fundamental sigue siendo lo mismo que en aquella época en la que descubrimos que las cuerdas vocales eran el instrumento musical más primario. Respira y déjate llevar. Respira y siente que tras las pantallas existe el mejor acorde que podemos recordar: la vida en sí misma. Respira, cierra los ojos y dile al cerebro que hable con el corazón para que no deje de latir en el infinito baile del boom veraniego, por unos días haz caso a ese altavoz interno que no entiende de rutinas.
Dibujo de Gorka Olmo