miércoles, 25 de mayo de 2011

Querido joven:

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Mis palabras no pretenden atacarte, no pretender causar dolor, lamentación o quizá una cierta nostalgia hacia algo que nunca viviste.
Cuando yo tenía tus años, veinte o veinticinco tal vez, vi pasar ante mis ojos todo aquello que hoy ya queda reflejado en los libros de historia. Vi caer sobre mis mejillas lágrimas de rabia, de impotencia y dolor, tal vez la incomprensión al oír ciertos murmullos, estallidos, gritos de personas enfrentadas y que al mismo tiempo compartían un mismo lugar.
Cuando yo era joven, nadie quiso escucharme, es más, yo no pude expresarme, mis palabras quedaban encerradas en una cárcel acristalada, sin salida… y aquellos que se despojaban de las barreras que la sociedad de mi tiempo imponía, posiblemente, no pudieran correr muy lejos, viendo como sus alas se rompían con su propia alma…
Tú joven, que hablas, piensas, que puedes volar y ver desde el cielo a todas las personas que te rodean, no dejes que tus principios se fundan y se desparramen en el suelo, no dejes que tus lamentos queden escondidos en las sábanas de la mentira, del odio, del miedo… Escribe, conversa, infórmate… intenta descubrir los porqués y los cómos de una sociedad que yo mismo no podré ver durante mucho más tiempo.
Sal a la calle, muéstrate como eres. Dile al mundo que viniste aquí desnudo y ahora estas dispuesto a desnudarte por dentro para que los de fuera se den cuenta que no eres únicamente un producto social.
Gracias, joven, porque aquí este que peina canas y acaricia arrugas, pronto se despedirá de un mundo con la sensación de que hay alguien que continúa trabajando para labrar el camino hacia la verdad.

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