viernes, 26 de noviembre de 2010

Sucede que a veces…

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Tal vez te despiertes por la mañana, una mañana cualquiera en la que la cafetera ha hecho su café como siempre porque el despertador sonó temprano, muy temprano y a la misma hora de todos los días. Posiblemente al ritmo que el pijama va deseándote buenos días y se pierde debajo de la almohada, poco a poco te quites alguna legaña que no deja distinguir la luz de la mesilla sobre la que descansa hace horas aquel libro que te indujó al sueño.
Seguramente la ropa del día ya toque tu piel, te despidas evocando una sonrisa mientras ves a tu niña que duerme todavía tras una noche de sueños. Apuesto que sales del portal apreciando que las luces aun disfrazan las calles de la ciudad, teñidas de niebla, ronquidos, camiones que recogen aquellos cubos ya vacíos y te diriges a tu lugar de trabajo.
Pero esta mañana, no es una mañana más, te percatas de que algo ha cambiado y entre tus compañeros para acudir al trabajo, un silencio aterrador os invade, miedo y alguna lágrima. Lágrimas de ánimo para crear fuerzas y fuerzas para crear ánimo. Ánimo para todos aquellos que una mañana no pudieron hacer el mismo trayecto a la inversa.

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