Bébete las lágrimas que te dejaste dentro para que con el sudor de tu frente veas de nuevo que el cristal que tus pupilas taladraron nunca volverá a repararse.
Perdido, ajeno a ti mismo, cansado, sales volando hacia cualquier nido deshabitado, escapando de las tormentas que aun están por comenzar. Y cuando el nido caiga, invadido por las nieves, los vientos y otros contratiempos que pensaste dejar atrás, habrás aprendido que eres del mar y allí las gotas no se pueden contar.
Bébete las heridas para que las lágrimas sean las únicas que cuenten cuando quieras echarte a volar.
Maréate cuando bebas para que las heridas empañen las lágrimas.
Vuela sobre el mar.
Revuelve para decirte que nada aprieta, nada ahoga.
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