domingo, 23 de junio de 2024

Embuste con la mente

Me encanta la definición de mentira, más bien el origen de la palabra mentir. Dice algo así como urdir un embuste con la mente y urdir a su vez se conoce como preparar los hilos para poder pasarlos al telar que a su vez se interpreta como maquinar, preparar de manera cautelosa algo contra alguien. Me descubro pensando en la Odisea, en su Penélope y aquel mecanismo casi mecánico de rumiar, porque seguramente lo que ella intentaba era eliminar las suposiciones que le pudieran dañar, manejando así pensamientos constantes sobre aquella situación de incertidumbre.


Sin entrar ahora a valorar a los clásicos (ni quiero ni puedo) sobre su amor romántico y romanizado, me surgen varias reflexiones sobre engañarse a uno mismo y engañar al prójimo, fingir, calumniar y falsear para poder alcanzar a través del método cuestionable un objetivo propio. Hacerlo con conciencia plena cambia cualquier significado. Con la capacidad de la mente de saber qué se está falseando la realidad. Esto en términos de cognición donde no solo influyen los procesos cerebrales, los mecanismos psicológicos o los aspectos ambientales sino que es algo mucho más complejo en la mente de cada cual, me parece más que maravilloso porque se comienza a mentir con conciencia, nuestro cerebro sabe que miente, lo asumimos y desarrollamos la mentira, la intencionalidad elimina cualquier ética que pueda encontrarse en el camino.

En política no existe la mentira piadosa y no debería existir política sin ética pero hay quienes no tienen escrúpulos y no dudan en ocultar la realidad en beneficio suyo y de los suyos. Todo está premeditado y cuando no es así la intencionalidad no existe y volvemos al punto de partida. El bulo, la patraña y cualquier anglicismo adaptado para decir que la derechaultra y la ultraderecha, cada vez más unida, más junta, más revuelta y más compacta, se siente cómoda nadando en el nido de su propio fango.

Tratar al pueblo por imbécil no es nuevo, el problema es que aquellos que todavía siguen o no se paran a perseguir la sombra alargada del fascismo (que viene a ser lo mismo) la mentira se ha convertido en el factor común de quienes quieren llegar a puestos de responsabilidad institucional u orgánica para gobernar para todos pero sin todos. Los de la Corona o los nuevos Abascales, los grises Nolascos y demás verdiazules se sienten cómodos en la trola, el incendio o el caos y casi siempre todo junto. Marear el avispero nunca les salió tan rentable en votos sin logros a quienes escalan hacia el trumpismo importándoles nada cualquier tipo de cuestión relacionada con la convivencia ciudadana, la reconciliación o el entendimiento desde el diálogo.


El negacionismo del cambio climático, la ocultación de los recortes en cultura, la privatización de la sanidad y educación pública, la criminalización de las personas migrantes, la banalización del problema de la vivienda o la interpretación torticera de determinadas leyes que suponen avances sociales no es más que el decorado de una fiesta particular que pagan los de siempre. 


El 97% de las mentiras que circulan por la red son compartidas, difundidas y por lo tanto sustentadas por esos seguidores de los líderes casi mesiánicos de la derecha. El patrón se repite entre quienes encaran un micro y quienes los siguen tras las cámaras. Quienes enlucen a su vera a fascistas desalmados a través de primetime son quienes ofrecen la puerta perfecta para que el sermón envenenado entre y cale en cualquier rincón de la sociedad. Vaya, que a río revuelto ahora los pecadores son la sardina del monte, la liebre en el mar y tralará otro cuento que colorín colorado se han inventado.



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