domingo, 18 de agosto de 2024

Así pasen cinco años

Me imagino a Federico García Lorca escribiendo por las noches, rodeado de cigarras y con el calor del sur. Lo imagino muchas veces iluminado por candelas, dándole vueltas a las ideas mientras con la mano izquierda retorcía los mechones de su pelo para que así no se enmarañaran las ideas.

Pienso en cómo sería el perfume de su casa, el color de sus paredes y el telar que recubriría cada una de sus ventanas, ventanales por los que seguramente observaba el paso calmado de cualquier transeúnte que luego le inspiraría para el trazo de algunas de sus rimas. Me lo traigo a la mente y lo pienso caminando por los campos mientras sentía en la cara el viento del olivar y el viento de la sierra, rodeado de arbolados que le daban verde a su tierra donde la pobreza se olisqueaba como un perro cuando tiene hambre. 

Le pongo a actuar en mis pensamientos, aun con todo sonriente, deshaciendo pesares y maldiciendo aquello que todavía estaba por llegar. Lo vuelvo a pensar con sapos y culebras sobre el pensamiento contra fascistas insensibles que querían arremeter sus cantos de libertad, escribiéndole romances a la luna como si de un dios inexistente se tratara con la cabeza levantada y los ojos entornados al mismo tiempo que sigue buscando entre las aristas nardos de angustia dibujada.

Pienso en él cuando escribió aquello de “Es preciso luchar con toda idea de ruina” porque seguramente cuando le dió forma a aquellas letras alguna noción de desaliento le pasó por la memoria, porque posiblemente cuando quiso darle alas a aquella obra de luces y sombras se le vinieron fantasmas de desamparo a las yemas de los dedos que desde la inteligencia supo frenar. Y es posible que llorara amarguras, que supiera que sus ideas eran balas contra él, que era momento de callar, aun así, cinco años antes, aferrado a sus ideas resistió. Cinco antes de que sonaran aquellos disparos al grito de “por rojo y maricón” que le mataron, cinco años antes siguió dictándole a la pluma para que hoy quedara impregnado su pensamiento en toda la historia de un país. 

Cuando Lorca lloraba lo hacía sobre sus hojas, sobre los folios aun en blanco de su cuaderno, porque cuando lloran los poetas lo hacen como aliento, como empuje, como una catarata en el medio del océano para salir corriendo tras unos largos versos, para escapar hacia delante como si el empujón necesario se lo diera la tristeza más amarga, solo así para tomar impulso y seguir escribiendo, conversando, descubriendo mundo. Cuando Lorca escribía las tormentas de Granada iluminaban todos los montes y los rayos se adentraban por las cornisas de cualquier casa para así cambiar las esperanzas de todos sus vecinos que, aferrados a la lumbre, no veían más colores que los que producen los relámpagos cuando se aproxima la tempestad. Y lo pienso así porque sé que sería la única manera de imaginar un horizonte sin luz pero mordido de hogueras.

Y es que, cuando vuelvo a imaginarme a Lorca cinco años previos a su muerte, me lo traigo al pensamiento como si quisiera guardar, como él escribía, el mar en un vaso, pensando en cómo sería si ahora viniera aquí y contemplara una España que lo sigue recordando, a la que le falta poesía, a la que le faltan versos y le sobran eslóganes de la inmediatez y el ruido, a la que se le va el tiempo y le resta aquello del odio y la prisa política. Una España con algunas canciones de futuro pero a la que le queda un desierto, un ondulado desierto todavía por cultivar. Después de todo, transcurrido tanto tiempo tras de su partida, todavía comen oscuras flores de duelo y pese a que pesen y hayan pasado tantos verbos, a día de hoy, todavía algunas seguimos intentando abrir semillas en el corazón del sueño.




domingo, 23 de junio de 2024

Embuste con la mente

Me encanta la definición de mentira, más bien el origen de la palabra mentir. Dice algo así como urdir un embuste con la mente y urdir a su vez se conoce como preparar los hilos para poder pasarlos al telar que a su vez se interpreta como maquinar, preparar de manera cautelosa algo contra alguien. Me descubro pensando en la Odisea, en su Penélope y aquel mecanismo casi mecánico de rumiar, porque seguramente lo que ella intentaba era eliminar las suposiciones que le pudieran dañar, manejando así pensamientos constantes sobre aquella situación de incertidumbre.


Sin entrar ahora a valorar a los clásicos (ni quiero ni puedo) sobre su amor romántico y romanizado, me surgen varias reflexiones sobre engañarse a uno mismo y engañar al prójimo, fingir, calumniar y falsear para poder alcanzar a través del método cuestionable un objetivo propio. Hacerlo con conciencia plena cambia cualquier significado. Con la capacidad de la mente de saber qué se está falseando la realidad. Esto en términos de cognición donde no solo influyen los procesos cerebrales, los mecanismos psicológicos o los aspectos ambientales sino que es algo mucho más complejo en la mente de cada cual, me parece más que maravilloso porque se comienza a mentir con conciencia, nuestro cerebro sabe que miente, lo asumimos y desarrollamos la mentira, la intencionalidad elimina cualquier ética que pueda encontrarse en el camino.

En política no existe la mentira piadosa y no debería existir política sin ética pero hay quienes no tienen escrúpulos y no dudan en ocultar la realidad en beneficio suyo y de los suyos. Todo está premeditado y cuando no es así la intencionalidad no existe y volvemos al punto de partida. El bulo, la patraña y cualquier anglicismo adaptado para decir que la derechaultra y la ultraderecha, cada vez más unida, más junta, más revuelta y más compacta, se siente cómoda nadando en el nido de su propio fango.

Tratar al pueblo por imbécil no es nuevo, el problema es que aquellos que todavía siguen o no se paran a perseguir la sombra alargada del fascismo (que viene a ser lo mismo) la mentira se ha convertido en el factor común de quienes quieren llegar a puestos de responsabilidad institucional u orgánica para gobernar para todos pero sin todos. Los de la Corona o los nuevos Abascales, los grises Nolascos y demás verdiazules se sienten cómodos en la trola, el incendio o el caos y casi siempre todo junto. Marear el avispero nunca les salió tan rentable en votos sin logros a quienes escalan hacia el trumpismo importándoles nada cualquier tipo de cuestión relacionada con la convivencia ciudadana, la reconciliación o el entendimiento desde el diálogo.


El negacionismo del cambio climático, la ocultación de los recortes en cultura, la privatización de la sanidad y educación pública, la criminalización de las personas migrantes, la banalización del problema de la vivienda o la interpretación torticera de determinadas leyes que suponen avances sociales no es más que el decorado de una fiesta particular que pagan los de siempre. 


El 97% de las mentiras que circulan por la red son compartidas, difundidas y por lo tanto sustentadas por esos seguidores de los líderes casi mesiánicos de la derecha. El patrón se repite entre quienes encaran un micro y quienes los siguen tras las cámaras. Quienes enlucen a su vera a fascistas desalmados a través de primetime son quienes ofrecen la puerta perfecta para que el sermón envenenado entre y cale en cualquier rincón de la sociedad. Vaya, que a río revuelto ahora los pecadores son la sardina del monte, la liebre en el mar y tralará otro cuento que colorín colorado se han inventado.



miércoles, 14 de febrero de 2024

Gaza, la tristeza después de todo

Algún día, ojalá pronto, cesarán los bombardeos, se volverán pasado las noches y días de genocidio, se esconderán en sus madrigueras quienes de forma salvaje robaron, rompieron y aniquilaron vidas de la población palestina, también quienes apoyaron tal masacre y quienes permanecieron impasible ante ella. Se habrá acabado por fin esta inhumana guerra, como todas las guerras, pero quedará la sombra alargada que teñirá todo de oscuridad.

¿Y después de todo esto qué? Quedará tierra vacía, tierra quemada, tierra muerta. Se romperán todos los latidos y de forma desgarrada las sirenas dejarán paso a los llantos, a los nunca olvidados, a la memoria tormentosa de quienes sobrevivieron vertiendo lágrimas sin fin por quienes se fueron. Quedarán niñas y niños huérfanos, las viudas y las madres, que sin hijos, no tienen nombre para tal atrocidad de tanto que duele. 


Dolor, simiente sin germinar, ya no hay tripas donde solo quedan puños, ya no existe nada más allá que tiniebla. El respirar se habrá convertido en una fatiga cronificada por volver a desempolvar la pobreza, la miseria que el poderoso trajo con su fusil y su metralla. Metralla que seguramente siga sonando clavada en el tímpano y no enmudecerá cuando los párpados, cansados, digan un mañana será otro día. Quedará la mente atrapada en los recovecos del dolor más enquistado, en un horizonte colapsado de hogueras que cegarán el futuro. 


Casi 29.000 asesinatos por parte de Israel desde que comenzó la masacre, desplazados, malvivientes y tantos más habitantes en la nada. Una Palestina que convive desde hace meses con el trauma, el estrés y la falta de sociabilización, el temor a no vivir mañana, la falta de quienes no están y de aquellos que no se encuentran. El látigo incesante de una guerra, el vértigo instalado en la rutina más dura. Algún día, ojalá aprendamos a combatir la guerra, a esas malditas guerras, que como decía aquel, todas malditas como los canallas que las hacen. Algún día, cuando todo esto pase, ojalá no olvidar. Ojalá que se recoja el polvo, que se callen los tormentos, que se curen las heridas y se sane todo aquello que escuece, ojalá que las balas disparadas sean solo una pesadilla y las tristes guerras replieguen cuando se vayan todo el dolor. 


Pero ante el no hay mal que cien años dure, hay un daño irreparable, un martillo en el tormento que cual pájaro carpintero quedará en las pupilas. La mirada no será la misma, el llanto de tantas infancias destrozadas creará ríos en una depresión, la más fea de todas, de una ansiedad desmedida por todo aquello que pudo haber sido y el poder despojó. Harapos vestirán las calles, Gaza será el polvo convertido en niebla de tantos caminos comenzados que nunca alcanzarán la meta. Y de nuevo llantos, llantos ensordecedores que para algunos cesarán cuando calle la televisión y todas las radios enmudezcan. Llantos cuando nadie llore a Gaza, cuando el olvido desde otros lugares llegue, cuando allí ya solo quede algo tan triste como el dolor de una guerra, como el no recordar a su gente.  


El duelo desde dentro, la tristeza que se arrastrará, el todo convertido en nada, la soga que asfixiante sigue recordando a un rojo casi negro que baña todo de muerte. Desolación en sus calles, tristeza en el ambiente. En Palestina hoy siguen matando a su gente. Lugar repleto de cuerpos sin vida donde la diferencia es que algunos todavía respiran.



Niñas juegan entre los escombros de Gaza | Foto: Mahmoud Abu Hamda (Times Of Gaza)

Niñas juegan entre los escombros de Gaza | Foto: Mahmoud Abu Hamda (Times Of Gaza)