martes, 26 de septiembre de 2023

¡Ay, Granada!

Abrazos, abrazos como se abraza el té al aire de Granada, al incienso cuando deja prendida la calle y abrazos como si a nadie le importara veros. Abrazos como lo hace una copa que brinda al ritmo de la música de las aceras. ¡Abrazaos siempre! Granada me sabe a Lorca, a su novia perdida en los campos de olivos, a la Alhambra en la noche y a sus paseos callados. Me sabe a los muchachos cantando con las guitarras rasgadas, a las maletas que piden ser guardadas, a los cuentos de medianoche, al reloj que no tiene ganas de mover sus manillas, a los moriscos más autóctonos y al gitano que emocionado le grita al tablao con su ritmo. Granada me huele a ti y a las voces que quedaron mudas aquella madrugada en la que asesinaron al poeta. Y es que sí, me sabe a los versos que resisten, a las mariposas que revolotean sin maleficios, sin prisas, solo con el único aleteo de conocer la vida, de nadar en los mares sin agua y en la historia más recóndita, en la encrucijada de sus calles y en el hechizo más auténtico. La ciudad me dice que me introduzca en sus adoquines, en sus cuestas, en sus rincones y plazas, en las frases que colorean y visten los muros. Granada me abraza, me estruja en su pecho, me susurra al oído desde sus fuentes, desde sus siglos, me tatúa en el alma que la abrace y me quede en ella para siempre.


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