martes, 3 de julio de 2012

Esa piña es mía

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¿Quién no tiene en su casa una concha de aquella tarde en la playa, una piedra de aquel día de montaña o tal vez un pensamiento entre las hojas de un libro? Un simple recuerdo que para las actuales autoridades les resulta un robo.
Si te roban el corazón, ya no es tuyo, lo has perdido, se han apropiado quizá de tus sentimientos y emociones al más puro estilo shakespeariano.
Los problemas nos roban el sueño y de manera  automática le robamos el sueño a nuestra almohada.
Si nos paran los típicos encuestadores cuando paseamos por la calle, nos excusamos con que nos roban el tiempo, así como los personajes de circo de la televisión o los telefonistas que nos quitan el tiempo de siesta.
Tenemos la extraña sensación que cuando no podemos expresarnos, nos quitan la libertad; es más: sentimos que nos roban las metas y los deseos.
Cualquier instrumento, elemento, rincón e incluso recoveco de esta tierra por muy extraño que nos parezca o muy egoísta que resulte, al parecer tiene su dueño… claro, que por otra parte no sería de extrañar que pronto podamos reclamar los momentos, los instantes, los recuerdos… acudir a un lugar, un lejano lugar donde estuviste hace demasiados años y poder reclamar que aquel tiempo pasado fue tuyo, solo tuyo y de nadie más.
Al parecer, todo tiene su dueño y cada dueño sus propiedades. Ya no podemos conquistar tierras como antes se conquistaban aunque ahora sea con la bandera de la inocencia, una bandera mucho más pura, mucho más inofensiva y en este caso, un tanto más cara.

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