lunes, 19 de diciembre de 2011

El final de un nuevo principio

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Cae el fuerte y el más débil. Se derrumba hasta el castillo más resistente y hasta la torre de naipes negros y rojos. Posiblemente caerán hasta las nubes más altas y como ya lo decía el refrán: A Rey muerto, Rey puesto.
El mundo cambia, las personas se trasforman pero tal vez quede siempre algo inmortal, la pena de no poder olvidar y la rabia de que lo importante caiga en el olvido. Una contradicción, una actitud ambivalente, un respeto hacia los que no están pero una mirada firme para los tiempos que vendrán.
Muerto el perro, se acabó la rabia… pero vendrá un perro más grande que no pare de ladrar para que el resto pueda obedecer y permanezca sumiso a las palabras supremas de alguien que carece de humanidad.
No sabemos hacia donde se dirige este mudo, y escribe estas palabras alguien que lo puede contemplar y vive con la suerte de no poseer frente a sus ojos los barrotes carcelarios, los nudos opresivos o los cierres en los labios. Habla alguien con voto, con derechos y obligaciones. Lástima que existan persona que no puedan correr esta suerte y continúen en una parte del mundo, sumisos a la imagen dictatorial, de aquel, que sin saberlo, vivió encadenado a la lucha de no poder amar.
Uniformes que nos diferencian, emociones que no son puestas al descubierto, armas nucleares destructoras de ilusiones y mentiras a un pueblo al que no le queda más remedio que seguir creyendo. Creyendo en algo inexistente, en el disfraz de la muerte, de la historia y del culto a algo ficticio, pero que no se cambia por miedo a eso, a la misma muerte…. Tan simple, tan abstracto, tan complejo, tan idiota al mismo tiempo…

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