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Cuando aún éramos pequeños pero
lo suficientemente mayores para comprender la importancia de los aspectos relevantes de la vida,
recuerdo que en el colegio había un Día de la Naturaleza: todos nos dirigíamos hacia
un lugar campestre y lo reponíamos de árboles, era como un acontecimiento
especial, un día de alegría, reunión y respeto hacia todo lo que nos rodeaba.
Íbamos creciendo y términos como “Efecto
invernadero”, “Polución” o “Contaminación”, pronto se incluían en nuestra lingüística
particular.
Parece que superada esta época
escolar, esa etapa llamémosla de inocencia, a muchos se nos olvidaba lo de la
reforestación o la no contaminación… Claro, que más tarde, cuando vinieron advirtiéndonos
del efecto invernadero, la importancia del agua o tal vez, de que dentro de
unos cuantos años todos estaríamos calvos debido a la falta de ese bien
preciado que es el H20, volvimos a percatarnos que lo que nos
rodeaba era más valioso de lo que imaginábamos.
Por supuesto, no tardamos de nuevo en
olvidar los bienes valiosos y pasar a los lujos, al despilfarro y la falta de conciencia
por todo aquello que la naturaleza había tardado miles y miles de años en
lograr.
De nuevo, gracias a ese Día Mundial del Medio
Ambiente, nos volvimos a dar cuenta de lo importante, valioso o preciado que
era el mundo en el que vivíamos, pero tras mirar a nuestro alrededor, nos dimos
cuenta que lo único que podíamos hacer era no perjudicar más todavía lo que nos
rodeaba…
¿Ahora cómo le explicamos a la
ardilla que cruzaba España saltando de pino en pino que tiene que hacerlo de
edificio en edificio o de vertedero en vertedero? Supongo que ni con el mayor
de los croquis lo entendería… ¡Vaya! Creo que esa ardillita pondrá una cara
similar a la de nuestros nietos cuando les expliquemos qué es el chapapote, la
primera línea de playa o las centrales nucleares.
Los textos bíblicos afirman que
venimos del barro, es decir, de la tierra y del agua, mientras que para los
darwinianos nuestro antepasado más lejano es el mono. Al parecer hace unos
cuantos años, nuestra conciencia sobre la Naturaleza, era mayor.
Tendríamos que andar descalzos
para dejarnos llevar por la tierra, nadar desnudos para sentir el mar o incluso
gritar a pleno pulmón para comprobar que el aire aun puede ser aire puro.
Tienes mucha razón cuando dices que deberíamos andar más con los pies descalzos y sentir a la madre naturaleza. Nos proporcionaría armonía y conexión. Deberíamos darnos cuenta de lo que tenemos y concienciarnos de que, no dentro de mucho tiempo, muchos recursos se acabarán. Creo que es importante saber apreciar la naturaleza y ser sensibles ante algo tan "sencillo o simple" como un árbol, el mar, o el aire puro.
ResponderEliminarUn saludo! ;)
Cuánta razón en lo de que tendríamos que andar descalzos...
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